jueves, 25 de febrero de 2021
EMOCIONARIO MUSICAL
Influencia de la música en las emociones
La relación entre música y emociones es indiscutible. En el antiguo Egipto, los signos jeroglíficos que representaban la palabra “música” eran idénticos a los que representaban los estados de “alegría y bienestar”. Curiosamente, en chino, la palabra música está formada por dos ideogramas (音樂) que significan “disfrutar del sonido”. Existe, pues, una gran coincidencia en los significados que han perdurado a través de los siglos. En todos ellos se alude a que la música resulta de una percepción agradable de los sonidos y que, además, produce un estado placentero.
La música desde tiempos antiguos ha venido mostrando su gran capacidad para incidir en la vida de una persona, afectando de una manera agradable o desagradable en sus emociones, interviniendo en la mente, cuerpo y espíritu. La psicología cumple un papel muy importante en este proceso, puesto que al conocerse los mecanismos de acción de la música sobre la respuesta emotiva de un individuo, puede utilizarse como una herramienta positiva para el beneficio de las personas, empleando la música como objeto de intervención que permita la estimulación de procesos cognitivos, la mejora de estados emocionales, el tratamiento de problemas psíquicos, la intervención sobre la autoestima, entre otros, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas y grupos.
En los años 40, el psiquiatra Altschuler desarrolló la teoría acerca de la respuesta talámica según la cual la música podía estimular una respuesta en esa zona aún cuando no se produjeran cambios a nivel consciente. Con las nuevas técnicas de diagnóstico por la imagen, se ha comprobado que, efectivamente, las estructuras cerebrales que procesan las emociones son equivalentes a las que procesan la música, lo cual explica la relación directa que existe entre ambas.
El oído es nuestro sentido más emocionalmente poderoso, quien nos proporciona la mayor fuente de emociones. Según el neurocientífico Patrik Nils, es el sentido que nos conecta con mayor eficacia a estados cerebrales elevados. El feto, a partir del quinto mes de gestación, reacciona a los estímulos musicales, a la vez que es muy sensible a los sentimientos que la música provoca en la madre.
Mediante la voz y el canto podemos transmitir sensaciones de paz y tranquilidad, de alegría y felicidad, pero también de rabia y odio. Su impacto perdura e influye en nosotros, más de lo que nos creemos, por la carga emocional que transmiten.
Cuando escuchamos música que nos gusta, se activan determinadas sustancias químicas en nuestro organismo que actúan sobre el sistema nervioso central. Se estimula la producción de neurotransmisores (dopamina, oxitocina, endorfinas…) obteniéndose un estado que favorece la alegría y el optimismo en general. También se generan ondas cerebrales alfa que están asociadas a estados de relajación corporal y psíquica.
Recientes estudios sobre las respuestas obtenidas mientras algunos voluntarios escuchaban acordes disonantes y consonantes, mostraron que se activan diferentes zonas cerebrales, relacionadas con emociones distintas.
Para Radford, C. (1991) la explicación del por qué la música puede evocar emociones diferentes se puede abordar desde dos enfoques distintos: cognitivo y emotivo. Desde el punto de vista cognitivo, las emociones producidas por la música dependen directamente de las experiencias previas de las personas así como de las asociaciones que realiza de la estimulación emocional con las situaciones en las que se le presenta. Para el enfoque emotivo, las emociones producidas por la música se deben específicamente a las características propias de la música. Para este autor existe un tercer enfoque al que denomina “moodist”, que establece que la música tiene cualidades que produce una tendencia en las personas a que experimenten una emoción en particular, aunque debe considerarse el estado de ánimo de las mismas así como algunos factores externos como son el ambiente y las asociaciones previas que se hayan realizado.
Se han descrito casos de pacientes con lesiones cerebrales determinantes de profundas alteraciones en la percepción del ritmo, tono y melodía, que son capaces de percibir el componente emocional de la música y también hay otros con todo lo contrario. Esto prueba que el componente emocional de la música se procesa de un modo independiente.
La música ha sido muchas veces definida como el lenguaje de las emociones, por su estrecha relación con las mismas. Resulta un elemento facilitador de la comunicación y la expresión, siendo especialmente significativos sus efectos en personas con alteraciones comunicativas. Tanto Altshuler como Gaston han convenido en destacar las modificaciones a nivel del estado anímico en función de la música escuchada, como también de los potentes efectos a nivel de comunicación y expresión de sentimientos y emociones. Algunos de los efectos recogidos en este nivel serían:
- Comunicación y expresión de estados emocionales.
- Promoción de la expresión de emociones profundas.
- Modificación del estado de ánimo.
- Evocación de emociones y sentimientos vinculados a situaciones.
Desde un punto de vista psicológico, es evidente la catarsis de emociones no expresadas verbalmente que produce la audición musical y cómo ésta puede producir cambios en la personalidad. Una de las teorías sobre la influencia de la música en el comportamiento del ser humano podría ser una análoga a la teoría del humor de Freud, en la que los mecanismos de la melodía y el ritmo actúan como un pre-placer para sobornar los mecanismos de defensa, por lo que las tendencias emocionales reprimidas se relajan, en este caso, en forma de fantasía.
La música tiene la capacidad de ayudarnos a cambiar nuestro estado de ánimo, si lo deseamos. Paralelamente, la forma en que nos sentimos puede determinar la música que elegimos escuchar en cada momento, de modo que ésta suele ser coherente con nuestro estado de ánimo y nos permite expresarnos emocionalmente. También se ha comprobado que tiene efectos sobre la ansiedad ya que la música estimulante incrementa la activación fisiológica y psicológica, aumentando las respuestas de preocupación y emocionalidad, mientras que la sedante disminuye dichas respuestas.
La música, al igual que sucede con los olores, favorece poderosamente el recuerdo de experiencias y situaciones pasadas, y estos recuerdos afectan positiva o negativamente al estado de ánimo. Actualmente existen diversas formas de inducir estados de ánimo, entre la que se encuentra indudablemente la estimulación musical. Inducir un estado de ánimo concreto no es excesivamente complicado, ya que el recuerdo que evoca una melodía provoca la asociación con otros recuerdos de la misma valencia emocional (positiva o negativa) y modifica la forma en la que nos sentíamos antes de escuchar el tema musical. De esta forma estamos afectando al estado de ánimo general, por lo que la música puede ser considerada un potente inductor para modificar el estado de ánimo.
La música también tiene un gran componente social y se encarga de la sincronización del estado de ánimo, favoreciendo la preparación de las actividades colectivas, como en el caso de la música militar o religiosa. Además, es sorprendente la capacidad de la música para producir emociones cuando no es estrictamente necesaria para la supervivencia; quizás el valor adaptativo de la música consista en su posible beneficio sobre nuestra salud física y mental, lo que estaría en la base de la musicoterapia. La música, al permitir que afloren nuestras emociones, es un buen vehículo para mejorar nuestro autoconocimiento y el de los demás porque al escuchar una obra musical podemos identificar nuestras emociones, etiquetarlas correctamente y regularlas. También podremos aplicar las mismas estrategias a los estados emocionales de los demás, compartiendo sus expresiones y nuestras percepciones. Además, la música puede favorecer nuestra salud al liberar al torrente sanguíneo endorfinas que nos proporcionen bienestar y relax, o adrenalina que nos incite a movernos o expresar nuestras tensiones.
Por último, cabe destacar que la música es un medio de empatía por excelencia. De hecho, en muchos aspectos, nada la supera. Cuando cantamos juntos la misma canción, vivimos dentro de la misma melodía, compartimos el centro tonal, articulamos la misma letra, avanzamos con el mismo ritmo momento a momento, sonido a sonido, a través de una continua percepción del otro, y de un continuo esfuerzo por mantenernos unidos y de ser uno con la experiencia. Mientras tanto, estamos recibiendo la misma retroalimentación al escucharnos a nosotros mismos; escuchamos los mismos sonidos y palabras mientras los cantamos; sentimos el mismo flujo y reflujo al dar forma a cada verso. Cuando la canción es triste, compartimos la tristeza, la vivimos juntos; cuando la canción es alegre, la celebramos juntos, compartimos la ocasión para alegrarnos. Nuestras acciones se sincronizan en el tiempo, nuestros cuerpos resuenan ante las mismas vibraciones, nuestra atención es atraída por el mismo centro, nuestras emociones se reflejan de uno al otro y, en la música que estamos haciendo, nuestros pensamientos son uno.
Estructuración de las sesiones del Proyecto Emocionario Musical
Durante este último año, a raíz de publicar mi experiencia con el Proyecto Emocionario, sois muchos los que me habéis escrito para preguntarme sobre él, ya que queríais saber más concretamente cómo lo llevaba a cabo en el aula. En este apartado, además de introducir la música como elemento del proyecto, defino más específicamente cómo realizar las sesiones, siempre teniendo en cuenta que se trata sólo de una propuesta, y que es cada uno, en función de la realidad de su ámbito de aplicación, el que debe decidir cómo llevarlo a cabo.
Esta propuesta didáctica toma como punto de partida el libro Emocionario, de la editorial Palabras Aladas, y se ha diseñado para trabajar en el ámbito escolar, en la etapa de primaria (a partir de los 6 años), aunque es perfectamente adaptable a otros ámbitos y etapas educativas. Creo que esta propuesta didáctica, que aúna música y emociones, puede ser un buen punto de partida para iniciarse en el fascinante mundo de la inteligencia emocional, principalmente en la escuela, pero también en muchos otros ámbitos. Pienso que este recurso puede ser una buena herramienta para mejorar la competencia emocional y social de nuestros niños y adolescentes, para ayudarles a controlar el gran torrente emocional que les invade, a tener una imagen más positiva de ellos mismos y la capacidad para resolver conflictos adecuadamente. En definitiva, para que sean personas con mayor bienestar emocional y construir, entre todos, una mejor sociedad.
Esta propuesta didáctica toma como punto de partida el libro Emocionario, de la editorial Palabras Aladas, y se ha diseñado para trabajar en el ámbito escolar, en la etapa de primaria (a partir de los 6 años), aunque es perfectamente adaptable a otros ámbitos y etapas educativas. Creo que esta propuesta didáctica, que aúna música y emociones, puede ser un buen punto de partida para iniciarse en el fascinante mundo de la inteligencia emocional, principalmente en la escuela, pero también en muchos otros ámbitos. Pienso que este recurso puede ser una buena herramienta para mejorar la competencia emocional y social de nuestros niños y adolescentes, para ayudarles a controlar el gran torrente emocional que les invade, a tener una imagen más positiva de ellos mismos y la capacidad para resolver conflictos adecuadamente. En definitiva, para que sean personas con mayor bienestar emocional y construir, entre todos, una mejor sociedad.
Todos los autores que nos hablan sobre inteligencia emocional (podéis leer sobre ello en el post sobre el fin del Proyecto Emocionario) coinciden en que el primer paso para desarrollar la inteligencia emocional empieza por la autoconciencia, que implica aprender a identificar los propios sentimientos. Sobre esta habilidad, se van contruyendo el resto que conforman la inteligencia emocional, progresivamente. Por tanto, la idea del libro Emocionario me parece muy acertada: es, nada más y nada menos, que un diccionario de emociones. Ya os hablé de ello cuando puse en marcha el Proyecto Emocionario, y allí podéis leer más sobre ello, no voy a repetirlo aquí.
La propuesta didáctica consta de 42 sesiones de trabajo, pensadas para trabajar una semanalmente, durante un curso escolar. Sin embargo, la temporalización es variable en función de las circunstancias que rodean a la persona que lo vaya a llevar a cabo y de la población a la que vaya dirigida. En la etapa de infantil, por ejemplo, recomiendo reducir las sesiones, escogiendo aquellas emociones que resultan más sencillas de entender por los niños. A partir de primaria, los alumnos son perfectamente capaces de entender y asimilar todas las emociones que se proponen. En la etapa de secundaria, por otro lado, más que ampliar el número de emociones, considero apropiado profundizar más en cada una de ellas.
Aunque el libro seleccionado nos sirve de guía, sólo supone un punto de partida. Nos proporciona un itinerario a seguir por las emociones a trabajar (aunque el orden sólo es una propuesta, se puede seguir cualquier otro en función de las necesidades o preferencias) y nos ofrece unas ilustraciones que nos ayudan a imaginar situaciones relacionadas con la emoción que se trabaja. Sin embargo, la propuesta va más allá. Para cada emoción se ha seleccionado una pieza musical, que resulta clave para conectar con la emoción y nos ayuda a identificarla. Se propone un espacio del aula destinado al proyecto, que nos acompañará durante todo un curso escolar. Y la participación del alumnado en la sesión es otro elemento imprescindible en la propuesta. El diálogo y el debate son fundamentales en la dinámica de las sesiones, así como la gran cantidad de ejemplos que aportan todos los miembros del grupo.
Cabe destacar en este punto que la propuesta de la ilustración que hace el libro o la pieza musical que propongo yo son sólo eso, propuestas. Es decir, que aunque la mayoría de personas puedan sentir, por ejemplo, ternura al contemplar la imagen de la mamá cordero tejiendo una bufanda para su corderito entre algodones, habrá a quien los corderos le evoquen asco, pavor o cualquier otra emoción por su historia personal o cualquier otro motivo. Y nunca le diremos a un alumno que esa emoción no es válida. Del mismo modo ocurre con la música. Yo propongo una pieza musical por sus características musicales, pero insisto en que es una selección subjetiva. A la mayoría de las personas, las piezas musicales que he seleccionado, les evocarán emociones afines, sin embargo, cualquier otra emoción sería válida. De ahí que se pongan en común todas las propuestas y se dialogue y debata. A lo niños se les debe dejar claro. Por eso insisto en que este proyecto es una guía, un índice que puede ser tomado en cualquier otro orden. A mí, personalmente, me interesa profundizar en una emoción durante cada sesión. Por eso, una vez puesto todo en común y escuchadas todas las propuestas de los alumnos, nos centramos en una. La ilustración y la pieza musical sólo suponen un punto de partida.
Por poner otro ejemplo en la misma línea, el famoso cuento "El monstruo de colores" asocia un color a cada emoción. Una de esas asociaciones es el rojo, que representa a la ira. A mí el rojo me puede inspirar pasión, amor, y no ira, que quizá vincule más con el negro. Pero se trata sólo de representaciones, y así se lo dejo claro a los alumnos, que en realidad se puede asociar cualquier color (música, ilustración, objeto...) a cualquier emoción. Yo me quedo con el fin último del cuento, que es etiquetar cada emoción, "ponerla en un bote", es decir, aprender a identificarla. ¿A que tampoco coinciden del todo los colores de "El monstruo de colores" con los de los personajes de la película "Inside Out"? Y así con cualquier otra asociación...
Cabe destacar en este punto que la propuesta de la ilustración que hace el libro o la pieza musical que propongo yo son sólo eso, propuestas. Es decir, que aunque la mayoría de personas puedan sentir, por ejemplo, ternura al contemplar la imagen de la mamá cordero tejiendo una bufanda para su corderito entre algodones, habrá a quien los corderos le evoquen asco, pavor o cualquier otra emoción por su historia personal o cualquier otro motivo. Y nunca le diremos a un alumno que esa emoción no es válida. Del mismo modo ocurre con la música. Yo propongo una pieza musical por sus características musicales, pero insisto en que es una selección subjetiva. A la mayoría de las personas, las piezas musicales que he seleccionado, les evocarán emociones afines, sin embargo, cualquier otra emoción sería válida. De ahí que se pongan en común todas las propuestas y se dialogue y debata. A lo niños se les debe dejar claro. Por eso insisto en que este proyecto es una guía, un índice que puede ser tomado en cualquier otro orden. A mí, personalmente, me interesa profundizar en una emoción durante cada sesión. Por eso, una vez puesto todo en común y escuchadas todas las propuestas de los alumnos, nos centramos en una. La ilustración y la pieza musical sólo suponen un punto de partida.
Por poner otro ejemplo en la misma línea, el famoso cuento "El monstruo de colores" asocia un color a cada emoción. Una de esas asociaciones es el rojo, que representa a la ira. A mí el rojo me puede inspirar pasión, amor, y no ira, que quizá vincule más con el negro. Pero se trata sólo de representaciones, y así se lo dejo claro a los alumnos, que en realidad se puede asociar cualquier color (música, ilustración, objeto...) a cualquier emoción. Yo me quedo con el fin último del cuento, que es etiquetar cada emoción, "ponerla en un bote", es decir, aprender a identificarla. ¿A que tampoco coinciden del todo los colores de "El monstruo de colores" con los de los personajes de la película "Inside Out"? Y así con cualquier otra asociación...
Así, pues, aclarado esto, vamos a ver cómo se estructuraría cada sesión de la propuesta didáctica:
- Previamente al inicio del proyecto, se seleccionará un espacio del aula que será una exposición/mural de las ilustraciones de emociones que se vayan trabajando, así como del título de la pieza musical relacionada. De esta manera, las emociones forman parte del día a día en el aula, las tenemos siempre presentes, y las vamos recordando y asimilando mejor durante todo el curso. Además, todas las emociones guardan relación con otra (por afinidad, por ser opuestas…) y tenerlas todas a la vista nos ayudarán a establecer todas esas relaciones.
- Cada lunes se colgará en el mural la ilustración de la emoción que se va a trabajar esa semana. No se dirá nada, no se darán más pistas. Esto genera expectación y curiosidad en los niños, que esperan la sesión con ilusión. Además, se les incita a que vayan intuyendo de qué emoción se trata a partir de los elementos gráficos. La idea es que, hasta el día que se realice la sesión, vayan observando la ilustración, dando rienda suelta a su imaginación, desarrollando su creatividad o, incluso, barajando hipótesis con otros compañeros de clase.
- Cuando llegue el momento de la sesión, se pondrá especial cuidado en el ambiente y disposición del aula. En la medida de lo posible, profesor y alumnos se colocarán en círculo, para poderse ver todos las caras y facilitar las interacciones. Se buscará una iluminación tenue, preferiblemente natural y, también en la medida de lo posible, se seleccionará un espacio del centro educativo lo más silencioso posible, para facilitar la relajación y la concentración. Se cuidarán al máximo los detalles para que el ambiente en el que vamos a trabajar sea agradable en todos los sentidos.
- Lo primero que se hará al inicio de la sesión es escuchar la pieza seleccionada. En silencio, con los ojos cerrados, sintiendo lo que la música quiere transmitir, escuchando en nuestro interior las emociones que la música despierta en nosotros.
- Después de la audición, se dejará un minuto de silencio para poner las ideas en orden, para pensar en cómo nos hemos sentido, para relacionar lo que música e ilustración tienen en común, para intentar deducir cuál es la emoción que se va a trabajar durante la sesión.
- A continuación, se pedirá a los alumnos que vuelvan a observar la ilustración y que cuenten en voz alta la situación que han imaginado que se esconde tras ella. Esto generará un primer debate en el que los alumnos, ayudados unos de otros, irán elaborando una historia a partir de la ilustración, y que nos ayudará a asociar una o varias emociones. Aquí tenéis una propuesta con ideas para ayudar a los alumnos a explorar las imágenes. ¡Muy recomendable!
- Una vez que tengamos una hipótesis sobre la historia que envuelve a la ilustración, pasaremos a un segundo debate sobre qué emociones ha despertado en nosotros la audición de la pieza musical, sobre cómo nos hemos sentido. A continuación, buscaremos la relación entre las sensaciones despertadas por la música y la historia que hemos imaginado a partir de la ilustración, hasta que todo vaya cogiendo sentido y avance en la misma dirección.
- Llegados a este punto, los alumnos ya estarán preparados para poner nombre a la emoción. Se pondrán en común todas las propuestas y se comprobará que muchos alumnos apuntan a la misma emoción o a emociones muy afines. En cualquier caso, como he explicado antes, cualquier emoción propuesta será válida, ya que en función de la historia personal de cada uno, la ilustración o la música nos evocará una emoción u otra. Una vez escuchadas todas las propuestas, el profesor desvelará qué emoción ha vinculado el libro a esa ilustración o yo misma a esa música. Para poder centrarse durante el resto de la sesión en una sola emoción, para ahondar y profundizar en ella, para seguir un guión que nos asegure que a lo largo del proyecto seguimos un itinerario amplio (que, una vez más, puede ser otro).
- Una vez que nos centramos en una emoción, se hablará a los alumnos sobre ella. Leer la información que yo he publicado sobre cada emoción en el Proyecto Emocionario puede servir de guía, pero lo ideal es que cada profesor haga su propia exposición sobre la emoción, adaptándose a la realidad de su aula, a la edad de sus alumnos y a las circunstancias que les rodean. Aunque esta parte es en la que el profesor tiene más protagonismo, puesto que da la información a los alumnos, se les permitirá intervenir y dar su punto de vista. Mis sesiones de trabajo contienen una información básica sobre cada emoción, que puede resultar muy útil, pero la dinámica del grupo será la que, finalmente, dirigirá la exposición.
- En este momento, los alumnos ya tienen bastante clara la emoción trabajada. Han conectado con ella a través de la música, han elaborado una historia en la que la protagonista es la emoción y han absorbido la información sobre la emoción que ha proporcionado el profesor y, si es el caso, los propios alumnos. Por tanto, ahora que la identifican, es el momento de hacer memoria y buscar en sus recuerdos algunas experiencias en las que hayan sentido esa emoción. Así pues, se realizará una puesta en común en la que los alumnos irán contando situaciones vividas relacionadas con la emoción. No se forzará a ningún niño a participar, aunque se animará a hacerlo. Por otro lado, también se dirá a los niños que si no quieren contar experiencias propias, pueden exponer situaciones de otros, reales o imaginarias, en las que se dé la emoción. El objetivo es poner en común el máximo de situaciones posibles relacionadas con la emoción, ya que eso enriquecerá mucho el entendimiento de la emoción y, además, favorecerá la empatía, al ponerse continuamente en el lugar de los otros.
- Con posterioridad, el profesor elaborará un resumen de todo lo trabajado en la sesión: la ilustración, la pieza musical escuchada, la historia elaborada, la información sobre la emoción y las experiencias aportadas por los alumnos. Este resumen de la sesión se colocará junto a la exposición/mural y estará a disposición de los alumnos para cuando lo quieran consultar. De esta forma, a medida que avancen en la propuesta didáctica, cada grupo de trabajo irá elaborando su propio “emocionario”.La selección de las piezas musicales para cada emoción tiene un carácter muy subjetivo. Además, muchas piezas podrían ser útiles para diferentes emociones (hay emociones que guardan mucha relación entre ellas o que, por ejemplo, comparten como base una emoción básica como la tristeza). Yo hago una propuesta, pero cada profesor es libre de seleccionar aquellas que sean de su preferencia, así como los alumnos participar con sus propuestas. Eso sí, todas las piezas que he seleccionado son instrumentales, y recomiendo que así se haga, puesto que si la música tiene letra, podemos centrarnos en el mensaje lingüístico en vez de en el musical.
CRITERIOS PARA LA SELECCIÓN DE LAS PIEZAS MUSICALES
A parte del carácter subjetivo que me esmero en recalcar, la música es capaz de provocar emociones relacionadas, en parte, con diversos parámetros de su estructura musical. Después, influirá la propia experiencia, los recuerdos asimilados y el entorno cultural en el que hemos crecido y vivido, pero podemos ver, a nivel general, algunos efectos que pueden producir el ritmo, la melodía, la armonía, el tono, la tonalidad, el volumen e incluso el silencio, todos ellos integrantes de la estructura musical:
- Ritmo: la acción inmediata del ritmo es una estimulación física, que afecta directamente a nuestra dimensión física-corporal. Los ritmos lentos inducen a la quietud, al reposo, y los rápidos incitan al movimiento. Con el ritmo se actúa por “simpatía” sobre los propios ritmos, como el respiratorio y/o cardíaco, por ejemplo. En general, la música alegre suele tener un ritmo rápido y la música triste más lento. Un ritmo irregular sugiere alegría, nos estimula, mientras que un ritmo regular, monótono, puede producir una sensación de tristeza.
- Melodía: cuando escuchamos una melodía, es fácil que nos evoque determinados recuerdos, pues afecta directamente a nuestra dimensión emocional. Un violín, una flauta dulce o el sonido de un piano, influyen en nuestra afectividad. Una música con una melodía agradable es de gran ayuda para mejorar la comunicación y permitir la expresión de sentimientos. Una marcada variación melódica se relaciona con la alegría y, por el contrario, si la variación melódica es mínima, se vincula con una sensación de tristeza.
- Armonía: si deseamos concentrarnos en el estudio o buscamos un tiempo de interiorización, de meditación, seguramente buscaremos una música suave y armoniosa que nos aportará esa sensación de equilibrio y serenidad. Si la música que escuchamos es disonante se produce una sensación de irritabilidad que puede generarnos ansiedad. En general, la armonía incide directamente en nuestra dimensión cognitiva-mental y, también, en la espiritual. La música alegre contiene un gran número de sonidos armónicos en contraposición con la música triste que presenta mayor carencia de ellos.
- Tono: los sonidos graves producen un efecto calmante, tranquilizador, e influyen preferentemente en las zonas corporales huecas, como los pulmones, corazón y abdomen. Es un efecto más bien mecánico, de resonancia física. Por otra parte, las frecuencias graves o bajas tienden a relacionarse con sentimientos de tristeza. Los sonidos agudos son estimulantes, actuando preferentemente sobre el sistema nervioso y las contracturas musculares. Ayudan a desperezarnos y mejorar un estado de cansancio o agotamiento. Las frecuencias agudas tienen una relación con una percepción de alegría.
- Tonalidad: las tonalidades mayores infunden estados eufóricos, alegres, y las tonalidades menores, melancolía o tristeza. Sin embargo, no es un hecho universal ya que interviene el entorno cultural en el que hemos crecido del cual tomamos determinados patrones que condicionan nuestras percepciones.
- Volumen: es el que más nos afecta, pues según cuál sea su nivel, puede enmascarar, anular y hasta invertir los anteriores efectos. En general, un volumen o intensidad elevada, sin sobrepasar ciertos límites, provoca sensaciones de alegría. Un volumen bajo da lugar a estados o espacios de mayor intimidad y serenidad. No obstante, una canción que nos resulte agradable puede volverse insoportable a un volumen excesivo. Las notas agudas a bajo volumen son agradables, antidepresivas, nos predisponen al trabajo y nos proporcionan felicidad.
- Las notas agudas con volumen elevado nos alertan y sitúan en estado de atención extrema. Son sonidos irritantes y sobrecogedores. Si le añadimos un ritmo acelerado, nos invitará claramente al movimiento y a relacionarnos o sentirnos cohesionados con la gente que nos rodea. Es eficaz ante la apatía y determinados complejos, aunque puede aumentar la agresividad.
- Las notas graves a bajo volumen son sonidos que nos inducen a movimientos lentos o a estados de serenidad, sosiego o reflexión, muy útiles para la relajación.
- Las notas graves con volumen elevado tienen un efecto totalmente contrario al anterior. Producen sensaciones de miedo, terror o de peligro.
- Silencio: el sonido es tan poderoso que incluso su ausencia es capaz de provocarnos determinadas respuestas emotivas y/o cognitivas. Hay un aumento de la atención, puede crearse una expectativa de temor, de sorpresa, de desconcierto, pero no hay duda alguna que la ausencia de sonido también nos afecta.
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